2017年12月17日星期日

LUEGO DEL TRASPLANTE, SENTÍ QUE VOLVÍ A NACER

En 2008, fue sometido a un trasplante de renopáncreas y asegura que, además de mejorar su calidad de vida, retomó una de sus pasiones de la adolescencia: correr maratones.

Soy Fabián, tengo diabetes y me realizaron un trasplante de riñón y páncreas.

Desde ese momento, mi vida cambió. Fue un antes y un después. Y pude reencontrarme con una de las actividades que más alegría me genera: correr.

Cuando estaba en la secundaria, corría entre 10 y 15 kilómetros, participaba en pruebas de pista y en maratones en los intercolegiales.

Mi diabetes es tipo 1, se me manifestó a los 11 años y desde esa edad soy insulinodependiente. Me inyectaba insulina una vez al día, por las mañanas. A los 28 años, mi diabetóloga, la doctora Evangelina Corizzo, me pidió controles de rutina y, cuando vio el funcionamiento de mis riñones, me derivó a un nefrólogo.

El médico nefrólogo Sergio Boni, director de la clínica Aterym de Alta Gracia, me dijo: “Tus riñones no funcionan más. O te dializás o te morís”. Me dializaron de urgencia y continué necesitando ese tratamiento durante cuatro años, los peores de mi vida. Sergio también me dijo que la última alternativa era el trasplante y eso fue muy shoqueante para mí.

Sentí que se me venía el mundo abajo. Entrar a una sala de diálisis es algo tremendo. La verdad es que al principio no quería hacerlo. Fue mi esposa –quien también había sido mi compañera de secundaria–, la que me ayudó mucho en este proceso. Ella fue mi pilar, yo estoy acá gracias a ella. Karina me decía: “Hacelo por tus hijos”. Y así lo hice.

Yo vivía más en la clínica que en mi casa. Tuve muchos altibajos, pero aprendí a autorregular mis emociones.

Trabajo personal

En esa época, ya trabajaba como preceptor en una escuela secundaria de Alta Gracia, así que me organizaba para ir a diálisis y, luego, me iba a trabajar. En algunas oportunidades, no llegaba con todas mis luces al colegio, porque me sentía muy débil, pero la fui piloteando lo más que pude.

No hice terapia, pero conté con el apoyo fundamental de mi familia. Intento hacer mi propio trabajo de reflexión personal con todo lo que me sucede. Y si hay algo que tengo que reconocer de mí es que nunca me entregué, siempre voy por más en la vida, trato de superarme.

Eso sí, en esos cuatro años de diálisis no entrené ni corrí en maratones.

En todo este proceso, aprendí a valorar las cosas simples de la vida, como salir a correr a la plaza con mis hijos. Es algo maravilloso. Al igual que valorar un amanecer. Si hay sol, entonces lo aprovechás, salís a caminar o a correr. No hace falta tener dinero para disfrutar la vida: con tener salud es suficiente.

En 2007, comencé a realizarme estudios para el trasplante. También les realizaron análisis a mis familiares directos; pero debido a que nadie era compatible, tuve que entrar en lista de espera de Incucai.

Me había anotado solo para el trasplante de riñón, pero Boni me preguntó: “¿Te animás a que te realicemos trasplante de riñón y de páncreas juntos?”. Y me explicó, entonces, que existían avances científicos muy interesantes en este tipo de trasplantes. Finalmente, me borré de la lista de espera de riñón y me anoté en la de renopáncreas.

Estuve un año en lista de espera. Cuando uno está esperando su órgano, sufre un cambio de perspectiva: cuando escucha la sirena de una ambulancia, en vez de asustarse, piensa: “¿Ahí estará mi salvación?”.

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